sábado, septiembre 16, 2006

Mi Feria es más larga

Comentaba con un amigo hace unos meses cuando dimitió la directora de Feria Valencia, Belén Juste, que me parecía un error asumir el discurso oficial de que en su haber quedaba el haber sacado adelante la remodelación del recinto ferial valenciano. Decía yo entonces que poco valor tenía haber conseguido unos pabellones deslumbrantes echando mano del dinero público. Si tenéis curiosidad de cómo se está pagando esa obra fastuosa, podéis leer este artículo de Cinco Días.

Pero hay más. Feria Valencia decidió remodelar todas sus instalaciones sin hacer un plan de negocio (que tuvo que hacer a toda prisa para la emisión de obligaciones) y lo que es peor, sin plantearse el futuro del negocio ferial.

La semana que viene empieza la Feria del Mueble. Este certamen, junto con Cevisama, han sido los que siempre han llenado los pabellones. Había hasta listas de espera. Esta vez, sin embargo, la Feria del Mueble no llenará todo el recinto. Dicen los que la organizan que es porque no han dejado venir a las empresas chinas que copian los diseños de nuestros fabricantes ni a firmas de poca calidad.

Falso como un duro de madera. El año pasado tampoco se les dejó venir a los chinos y se llenó el recinto. ¿Qué ocurre pues? La respuesta hay que buscarla por dos vías. Una, la de la crisis industrial que niegan los populares. No se trata sólo de que haya empresas que hayan cerrado y que, por tanto haya menos expositores. También importa el hecho de que acudir a una feria es caro y si las cuentas no son muy boyantes puede no resultar rentable el retorno en forma de ventas que se consigue estando presente frente a la inversión que se realiza.

La segunda vía es la que me preocupa más. En un momento en el que la oferta se condensa por fusiones –aunque aquí el sector del mueble haga oidos sordos pese a que ellos mismos dicen que es necesario- y en el que la demanda está cada vez en menos manos (hay sectores en que cuatro grandes enseñas pueden controlar la práctica totalidad del mercado), el negocio ferial debe, cuanto menos, ser repensado.

Ejemplo. La Feria del Juguete fue una cita importantísima tanto para los fabricantes de la Foia de Castalla (Ibi, Onil...) como para los compradores. Los juguetes se vendían en papelerías, ferreterías, tiendas pequeñas... Hoy en día, Carrefour, Toys’r us, El Corte Inglés y cuatro enseñas controlan la distribución de juguetes. ¿Tiene sentido montar un stand en la feria cuando traer a la fábrica a los diez grandes compradores te sale mucho más rentable? Famosa, la principal juguetera española, dejó de acudir hace años. La feria prácticamente ha desaparecido.

Otro ejemplo. Porcelanosa, la cerámica quizá más importante del mundo, no acude a Cevisama. Celebra una feria paralela a la que invita a sus compradores. El resto de fabricantes se indigna porque coincide casi en fechas y eso provoca que algunos no acudan al certamen y por tanto, no vean su oferta.

Conclusión. El modelo de ferias, tan útil en los años del desarrollismo industrial en España, está cambiando. Y lo hace en la dirección contraria a la que creen los gestores de Feria Valencia. ¿Cuál es su idea? Llenar los pabellones con lo que sea, de congresos (debemos ser la ciudad del mundo con más sitios para hacer congresos por metro cuadrado), a encuentros mundiales de familias o mitines de partidos. Pero que nadie se equivoque. Feria Valencia tiene un objeto: organizar ferias. Y al final si ese objeto acaba siendo residual o, al menos, cuestionable, se demostrará que, igual que otras tantas cosas en esta comunidad, la política se basa en la postal y en el ‘yo la tengo más larga’.
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Acutalización del domingo 17 de septiembre

Andrés H. de Sá pone además nombre y apellidos a los responsables del futuro incierto de la feria en un artículo hoy en el Levante.