¿Cuánto costó lo del Papa?
Hace apenas tres meses y ha adquirido el aspecto de una ensoñación, aunque quedó bien impresa en la memoria urbana. Me refiero a la imagen, entre fantasmal y surrealista, de miles de inodoros portátiles alineados por las calles en estricta formación de emergencia, a la espera de un aluvión de usuarios que nunca llegaría. El anuncio abrumador de la visita del Papa, día tras día, semana tras semana, que el vecindario de Valencia soportó con una congoja creciente, culminó en un fiasco de proporciones notables, no sólo por lo que atañe a las expectativas fallidas de asistentes, sino también a una combativa retórica oficial, tan airada como inconsecuente con el talante que, al fin y al cabo, vino a expresar el pontífice. Desde entonces, algunos periodistas han insistido ante el Consell en una pregunta: ¿Cuánto costó lo del Papa? Lo han hecho porque es su obligación y porque la pregunta encierra, en ella misma, un test sobre la calidad de nuestra democracia, la transparencia de la administración y la responsabilidad de los políticos a la hora de rendir cuentas. No han obtenido en respuesta más que excusas y gestos de aprensión.
Sigue leyendo a Adolf Beltran, hoy, en El País
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