miércoles, octubre 31, 2007

Ópera anfibia

Se comprende, por lo demás, que la consejera de espectáculos racanee explicaciones a la leal oposición, con la excusa de que no es momento de buscar responsables. Al menos mientras sigan achicando agua del paquebote. ¿Y qué va a decir, corazón de buen alma? Que con los 300 o más de 400 millones -los historiadores dirán- de sobrecoste, suma y sigue, se habrían podido dotar conservatorios, becar educandos de las bandas de música, informatizar colegios -incluso públicos-, preparar los hospitales ante la tradicional contingencia que se derivará de los colapsos por gripes y resfriados en temporada alta, etc. Poco han estirado la imaginación en la hora de improvisar explicaciones. Será por la humedad, pero puestos a fabular, como aquel mandatario que vaticinó la pérdida de categoría de la Ópera de Sydney ante la glamurosa irrupción del Mazinger de Calatrava, podrían sacar pecho por lucir la primera ópera anfibia del planeta, un homenaje tardío al Nautilus de Julio Verne, con el capitán Nemo tocando el piano con pulpo al fondo. Si en el primer embate las aguas cubrieron hasta la quinta fila del patio de butacas, la consejera Trini ya puede dar el parte de novedades para el próximo estreno: Lorin Maazel dirigiendo entre atunes y berberechos, para un público adaptado al medio. Los caballeros, con escafandra de diseño en lugar de esmoquin. Las señoras cambiarán el tacón alto por aletas de submarinista. Anem a més.
Manuel S. Jardí ha escrito hoy en El País la columna que tradicionalmente escribía en Levante. Un fichaje, como en el fútbol.