sábado, junio 10, 2006

O Alborch o el ejército de la fiambrera


Cuando parece que Rafael Rubio ya ha aceptado que el partido desde Madrid ya ha elegido a Carmen Alborch como candidata para medirse con Rita Barberá (como dice un amigo, ‘si no te l’ha fet, te la farà’), ahora todo está en manos de Ábalos.

Este hombre que ha hecho de la política de alcantarillas de partido su profesión aún está dispuesto a pelearse sus puestos de cupo en la lista municipal. Daño hará a su partido si mantiene su posición de fuerza apoyado por el ejército de la fiambrera, esos militantes socialistas de la ciudad de Valencia cuya labor en el consistorio es tan desconocida como su afán por saber qué hay de lo suyo. Porque claro, no es lo mismo meter en la lista a los de siempre, con la consiguiente retahila de asesores y cargos inferiores, que dejar las manos en una persona como Carmen Alborch que, como ella se encarga de repetir, o cuenta con el apoyo del partido en la ciudad o no juega.

La idea de Alborch no hay que verla como egoista respecto al partido de la que es militante reciente. Es, más al contrario, una afirmación de que está dispuesta a batirse el cobre con la popular alcaldesa valenciana. Pero con las manos libres para ofrecer a los desencantados progresistas capitalinos un programa y una gente que les genere ilusión por recuperar la ciudad.

Pero si Alborch revoluciona la lista del PSPV-PSOE al Ayuntamiento de Valencia ¿quién le llenará las fiambreras a los que actualmente ocupan (casi podría ponerlo con ‘k’) los despachos socialistas del consistorio?

Rubio ha hecho un buen trabajo en la oposición. Se ha posicionado, por ejemplo, contra asuntos tan complejos como la recalificación de Mestalla, cuando situarse frente al Valencia CF era una temeridad. Debe ser reconocido por la dirección socialista, quizá con la presidencia de la Diputación. Pero el PSPV debe dar un paso adelante si quiere recuperar el país. Plantearse si Alborch podrá derrotar a Barberá es erróneo. Presentar a Alborch como candidata supone lanzar un mensaje al electorado, el de que se quiere ganar. Y el electorado seguro que entenderá el mensaje de modernidad de Alborch frente a la caspa, las farolas, los chirimbolos, los puentes llenos de flores o las visitas de los Papas.

Los votos que arrastre Alborch como candidata en Valencia, al margen de poner sobre el tablero electoral a la ciudad, deberán servir también para impulsar la hasta ahora errática carrera de Joan Ignasi Pla. Si el PSPV quiere recuperar la Generalitat deberá pelear Valencia. No hay país sin la ciudad.