Y ahora ¿qué?

Me resulta difícil, casi imposible, hacer un análisis de lo que ha pasado en la Comunidad Valenciana. Primero porque me resulta difícil, casi imposible, comprenderlo. Segundo porque empiezo a dudar de mi capacidad de análisis. La realidad que yo percibo y la que –según los resultados- perciben la mayoría de los valencianos es tan distante que alguno de los dos, o ellos o yo, vivimos en un mundo virtual.

O quizá no. Quizá todos vemos los desmanes urbanísticos, por poner un ejemplo. Pero mientras yo los veo como un ataque al medio ambiente, un salvajismo que traerá consecuencias todavía imprevisibles y un negocio de oscuros intereses, ellos ven como una oportunidad de negocio. Y no hablo sólo de las constructoras y los alcaldes y concejales corruptos. Hablo del ciudadano medio que aspira a mejorar su calidad de vida si le toca un plan en su improductivo campo de naranjos.

¿Implica eso que yo estoy equivocado? Lo siento, pero no. Claro que acepto los resultados de las elecciones. Faltaría. Pero mis valores están por encima de esos resultados. Rescataría el viejo y escatológico tópico de las moscas y la mierda, pero hasta aquí voy a leer.

El resultado electoral puede respaldar la política del PP en la Generalitat. Pero ni todos los votos del mundo pueden convencerme de que ésa no es la política que yo creo adecuada para los ciudadanos. Mi idea de una sociedad sustentada en pilares esenciales como la educación pública de calidad o en la sanidad no basada en criterios mercantilistas está por encima de políticas vacías que crean una realidad virtual a base de grandes proyectos o eventos en la que aparentemente todos ganan, pero que en realidad ganan los de siempre. Que no son, ni somos, todos.

Me niego a que se instale como normalidad que se tenga que hacer cola ante un colegio, con la declaración de la renta falsificada, para lograr una plaza para tu hijo. Me opongo a que mi hospital o centro de salud lo controle una empresa privada que busca beneficios a base de reducir el coste de atender a los enfermos. No quiero a gobernantes que prefieren reunirse con magnates caprichosos que reparten grandes premios a hacerlo con las víctimas del peor accidente del metro de España. No soporto que mi ciudad se diseñe pensando en los turistas mientras los barrios, donde viven sus habitantes, se degradan.

Y aquí llega la pregunta: ¿Y ahora qué? El fracaso de la izquierda valenciana es evidente. No se le pueden poner matices. Tanto el PSPV como Esquerra Unida deben acometer un cambio radical. No vale otra medida. Porque son ellos los que deben articular un nuevo mensaje de futuro para los que nos negamos a pensar que vivimos en una comunidad en la que todo vale y en la que nada se castiga. Y si estos dos partidos no se dan cuenta de que debe ser otro su proyecto y quien lo lleve a cabo, nunca se producirá el cambio.

Forges. Es más fácil buscar los pocos aciertos que los muchos errores.

Este blog empezó como un desahogo personal ante lo que veo cada día. Pese a que durante la campaña me he posicionado de forma evidente y he expresado mi deseo de echar al PP de las instituciones, este no es un blog electoral. Por tanto, pese a la fuerte decepción y mis iniciales dudas sobre mi capacidad de ver la realidad, voy a seguir escribiendo. Sobre todo porque el desahogo que necesitaba hace unos meses lo voy a seguir necesitando, y seguramente más. Y también porque, pese a todo, sigo convencido de que la realidad que ellos nos pintan no es la real.
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En Testigo Accidental tenéis una recopilación de algunas de las valoraciones que se han hecho en algunos blogs. Además, os recomiendo la que espero no sea la última entrada de Adolf Beltran en su blog sobre las elecciones en El País. Me parece además muy oportuna la cita al libro de Ximo Ferrandis L'esquerra al sofà. Como en su día dije aquí, si los políticos de izquierda lo hubieran tenido como libro de cabecera y de consulta diaria, tal vez estaríamos hablando de otras cosas.