El rey del mundo
Francisco Camps se ha encaramado hoy a la ‘trona’ de Les Corts y ha gritado: “¡Soy el rey del mundo!”. Mientras no se hunda –aunque con Milagrosa Martínez de presidenta todo es posible- las similitudes entre el Palau de Benicarló y el Titanic y entre Camps y Leonardo DiCaprio se acaban ahí. Pero no ha necesitado mucho más. En 35 minutos Camps ha concentrado la esencia del pensamiento vacío, que es como el conjunto vacío que aprendíamos en la escuela pero multiplicado por dos. Ni propuestas ni apuestas. Valía con gritar “soy el rey del mundo”. Y esperar. Esperar a que subiera al barco Pla para echarlo por la borda.
El principal problema del portavoz socialista hoy era el portavoz socialista. ¿Qué discurso podía hacer hoy Pla para que Camps no le espetase: “Cobarde, gallina, capitán de las sardinas”? Lo que parece evidente es que no el que ha hecho. Lo primero es que Pla nunca debió subir al barco después de haber capitaneado la armada invencible. Segundo que no se puede acudir a un acto de rendición como si se hubiera ganado la batalla. Así, el discurso de estadista que ha hecho Pla hoy, ofreciendo pactos y colaboración a Camps ha sido, cuanto menos erróneo. ¿Para qué necesita Camps el apoyo de los socialistas si es el rey del mundo? Pues para nada. Y así se lo ha venido a decir a Pla. No solo no necesita su apoyo –le ha pedido la rendición sin condiciones- si no que se ha permitido el lujo de decirle cómo tiene que capitanear su nave, si es que la tiene que capitanear él. Y esta nave sí se parece mucho al Titanic.
Camps le ha dicho a Pla cómo no tiene que hacer oposición. Y no solo a Pla. También a Glòria Marcos, la síndic del grupo Esquerra Unida Bloc Verds Izquierda Republicana Compromís pel País Valencià, un nombre demasiado largo para tan pocos marineros, y encima algunos de ellos amotinados. Marcos a penas representa a un par de ellos. Digno de una tesis doctoral de biología es la capacidad de EU para escindirse mil veces más la que viene, como las amebas. Marcos, como Pla, está amortizada. Y eso le falta a Camps, que le pongan aún más fácil su innato desprecio por la oposición.
Camps tiene ante si un mar sin icebergs. No se trata de que no haya motivos y razones para criticarle. Los hay y de sobra. Y es necesario, por el bien de los ciudadanos progresistas de este país, que la oposición ejerza con dureza democrática su trabajo. Pero de momento, Camps puede gritar que es el rey del mundo. Y nadie se atreve a bajarlo de su peana. Quizá porque los otros no quieren bajarse de la suya. Qué cuatro -¿ocho?- años nos quedan por delante…
El principal problema del portavoz socialista hoy era el portavoz socialista. ¿Qué discurso podía hacer hoy Pla para que Camps no le espetase: “Cobarde, gallina, capitán de las sardinas”? Lo que parece evidente es que no el que ha hecho. Lo primero es que Pla nunca debió subir al barco después de haber capitaneado la armada invencible. Segundo que no se puede acudir a un acto de rendición como si se hubiera ganado la batalla. Así, el discurso de estadista que ha hecho Pla hoy, ofreciendo pactos y colaboración a Camps ha sido, cuanto menos erróneo. ¿Para qué necesita Camps el apoyo de los socialistas si es el rey del mundo? Pues para nada. Y así se lo ha venido a decir a Pla. No solo no necesita su apoyo –le ha pedido la rendición sin condiciones- si no que se ha permitido el lujo de decirle cómo tiene que capitanear su nave, si es que la tiene que capitanear él. Y esta nave sí se parece mucho al Titanic.
Camps le ha dicho a Pla cómo no tiene que hacer oposición. Y no solo a Pla. También a Glòria Marcos, la síndic del grupo Esquerra Unida Bloc Verds Izquierda Republicana Compromís pel País Valencià, un nombre demasiado largo para tan pocos marineros, y encima algunos de ellos amotinados. Marcos a penas representa a un par de ellos. Digno de una tesis doctoral de biología es la capacidad de EU para escindirse mil veces más la que viene, como las amebas. Marcos, como Pla, está amortizada. Y eso le falta a Camps, que le pongan aún más fácil su innato desprecio por la oposición.
Camps tiene ante si un mar sin icebergs. No se trata de que no haya motivos y razones para criticarle. Los hay y de sobra. Y es necesario, por el bien de los ciudadanos progresistas de este país, que la oposición ejerza con dureza democrática su trabajo. Pero de momento, Camps puede gritar que es el rey del mundo. Y nadie se atreve a bajarlo de su peana. Quizá porque los otros no quieren bajarse de la suya. Qué cuatro -¿ocho?- años nos quedan por delante…
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