En términos económicos

J.J. Cambra

Otra incongruencia típicamente valenciana es que, habiendo bajado el precio del pollo en España, la cotización de Ricardo Costa continúe siendo la misma en su partido, lo que demuestra que el trovador del Ebro está sobrevalorado. Los analistas harían bien en aproximarse a la realidad política desde una perspectiva netamente económica. Donde el “logos” –la razón– sólo provoca carcajadas que hacen pensar en la Edad de Hierro, aplíquese el índice de precios al consumo, las analogías con los calambres bursátiles, el interés del accionista, los derechos del acreedor y el carrusel del euríbor y entonces ya veremos...

Tomemos, por ejemplo, a Fabra, un caso digno de El Caso, simpático periódico de horrores que tanto unía a las familias ibéricas. Pues bien, si en vez de insistir una y otra vez sobre las presuntas corrupciones de este individuo, la prensa, los partidos de la oposición y la gente corriente se refiriesen a él no como a un político bajo sospecha sino como al “activo tóxico” de Castellón, algo habríamos ganado; incluso Camps quizás dejara de abrazarle, pues no es lo mismo abrazar al Presidente de una Diputación acusado de corrupción que a un término económico maldito. Por otra parte, ¿por qué seguir hablando de la “quiebra técnica” de RTVV si podemos definirla más eficazmente como Radio Televisión Lehman Brothers? Sobre el artista conceptual Alejandro Font de Mora –cuyas obras tanto recuerdan al famoso urinario de Duchamp– se han escrito infinidad noticias y sesudos artículos de opinión con el viejo propósito periodístico de informar y formar al público acerca asuntos tales como la locura, la indignidad, la perversión política, etc. Pero, ¿para qué hacerlo si es posible narrar todas ésas actividades de riesgo como si de una gran corporación al borde de la ruina se tratara? He aquí la prueba: “Font de Mora se hunde un 48% y arrastra al Gobierno de la Generalitat a mínimos históricos”. Suena bien.