Educación para las cervecerías
J.J. Cambra *
A veces, mientras paseo a mi perro, me pregunto cómo será recordado Font de Mora en el futuro por los alumnos y profesores obligados a recibir e impartir la asignatura de Educación para la ciudadanía en traducción simultánea. ¿Con el cariño que, en general, se profesa a Hitler y desde alguna institución benéfica? No lo descarto. Si un alumno normal ve aparecer en clase a un par de profesores con aspecto desalentado, que hablan, además, en idiomas distintos, el alumno instintivamente tenderá a agredirles en legítima defensa, aunque lo más probable es que, al principio, no pase de la fase del desprecio. Lógicamente más tarde pondrá un mote hiriente y bochornoso a los educadores quienes, heridos en su autoestima, volverán al psicólogo que, después de reírse, cursará la habitual baja por depresión.
Con un solo profesor suplente (extrañamente nadie ha contemplado esta previsible figura inoperante) la falta de diversión está asegurada. La falta de diversión fomentará el absentismo escolar, y éste el descubrimiento de la ciudad y de sus muchos bares y cervecerías. ¿Es improbable que los escolares se den a la bebida precisamente en esa etapa de la vida en que desean experimentar no sólo con dúos de profesores con los nervios rotos sino con ingredientes igualmente insalubres? En absoluto. Seamos realistas: la asignatura que debería impartirse como complemento o sustitutivo de la fomentada por el visionario Font de Mora no es otra que la Educación para las cervecerías pues será en ellas donde seguramente se reencontrarán profesores y alumnos en un clima más relajado, festivo y audaz que el de las espantosas aulas. Alguien tiene que vigilar los excesos que sin duda se producirán. El futuro de nuestros hijos –y de sus jóvenes hígados– está en manos del sector hostelero. Urge un manual para evitar males mayores, la penúltima copa.
* J. J. Cambra, es el pseudónimo de un amigo del autor de este blog que espero se convierta en firma habitual de Malva-rosa Connection.
A veces, mientras paseo a mi perro, me pregunto cómo será recordado Font de Mora en el futuro por los alumnos y profesores obligados a recibir e impartir la asignatura de Educación para la ciudadanía en traducción simultánea. ¿Con el cariño que, en general, se profesa a Hitler y desde alguna institución benéfica? No lo descarto. Si un alumno normal ve aparecer en clase a un par de profesores con aspecto desalentado, que hablan, además, en idiomas distintos, el alumno instintivamente tenderá a agredirles en legítima defensa, aunque lo más probable es que, al principio, no pase de la fase del desprecio. Lógicamente más tarde pondrá un mote hiriente y bochornoso a los educadores quienes, heridos en su autoestima, volverán al psicólogo que, después de reírse, cursará la habitual baja por depresión.
Con un solo profesor suplente (extrañamente nadie ha contemplado esta previsible figura inoperante) la falta de diversión está asegurada. La falta de diversión fomentará el absentismo escolar, y éste el descubrimiento de la ciudad y de sus muchos bares y cervecerías. ¿Es improbable que los escolares se den a la bebida precisamente en esa etapa de la vida en que desean experimentar no sólo con dúos de profesores con los nervios rotos sino con ingredientes igualmente insalubres? En absoluto. Seamos realistas: la asignatura que debería impartirse como complemento o sustitutivo de la fomentada por el visionario Font de Mora no es otra que la Educación para las cervecerías pues será en ellas donde seguramente se reencontrarán profesores y alumnos en un clima más relajado, festivo y audaz que el de las espantosas aulas. Alguien tiene que vigilar los excesos que sin duda se producirán. El futuro de nuestros hijos –y de sus jóvenes hígados– está en manos del sector hostelero. Urge un manual para evitar males mayores, la penúltima copa.
* J. J. Cambra, es el pseudónimo de un amigo del autor de este blog que espero se convierta en firma habitual de Malva-rosa Connection.
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home