El Valencia CF ha iniciado una campaña de chantaje contra Bancaja y el Ayuntamiento de Valencia. La estrategia, seguramente diseñada por el consejero Miguel Zorío, consiste en echarle a la afición encima a la caja de ahorros por no prestarle otros cien millones –ya le debe 200- y al consistorio por no recalificarle a su gusto el suelo del futuro solar de Mestalla.
Mal hará la sufrida afición valencianista si cae en la trampa de Vicente Soriano, actual presidente y máximo accionista. Soriano se presentó ante los aficionados como el salvador de un club en grave situación económica. Aseguró tener comprador para los solares de Mestalla por un precio completamente fuera de mercados. Lo que escondía, y sigue escondiendo, es el nombre del supuesto comprador y las promesas que le debe haber hecho del uso futuro que podrá hacer del suelo.
Pero resulta que pese a su afirmación de que tenía todos los cabos atados, ahora nos encontramos con que necesita que Bancaja le deje dinero. A cambio, el Valencia CF no le ofrece nada: ni nuevas garantías, ni avales, ni plan de negocio. La caja, como no debe ser de otra manera, no quiere arriesgar más en el club. Además, en el supuesto de que Bancaja tuviera liquidez de sobra para dar créditos, ¿no sería más lógico que prestara dinero a empresas que lo necesitan para evitar su cierre o el despido de sus empleados?
Soriano espera que su amenaza de dimitir se traduzca en una rebelión de su afición contra Bancaja o contra el ayuntamiento. Seguramente tiene algún as más en la manga para azuzar a los valencianistas, como puede ser la venta de algún jugador emblemático justificándolo con la necesidad de obtener fondos que no le da la caja o que no puede lograr de la venta del suelo porque no se lo recalifican como quiere el comprador.
Pero detrás de todo debe haber algo más, algo que Soriano, cuya fortuna procede de las comisiones por ejercer de corredor en compras y ventas, no quiere desvelar. Él trajo a Villalonga y después se arrepintió. Quizá no calculó, al margen del poder mediático del ex presidente de Telefónica, que Villalonga no precisa a un intermediario para hacer su negocio. De hecho él es intermediario.
Así las cosas, el autoproclamado salvador del Valencia se encuentra ahora en una situación compleja y echa mano del sentimiento para sacar adelante su negocio. Que por una vez no paguemos todos los ciudadanos los oscuros intereses de los dirigentes de los clubes de fútbol.