Me he levantado esta mañana algo tarde después de trasnochar de un canal a otro de televisión esperando que alguien interrumpiera la programación para anunciar que España empezaba a desquebrajarse por algún punto de la península. No ocurrió y hoy, que ya llevo unas horas despierto buceando por Internet, tampoco lo he encontrado. Será cuestión de darle algo más de tiempo a Zapatero para que rompa España y nos envíe a todos al arroyo, como predijo el PP.
Una predicción que sí se ha cumplido es la que hice ayer por la tarde cuando empezaba a confirmarse lo que ya todos sabíamos. Esquerra Unida desaparece (¿cómo España?). “Está por venir el momento en que saldrá Glòria Marcos para echarle la culpa a todo el mundo por el desastre electoral”. Ha sido esta mañana. Que si el voto útil al PSOE, que si el miedo al PP y que si los traidores a su partido. ¿Autocrítica? ¡Qué dices! Es más, por pronunciar esa palabra quedas declarado para siempre un traidor y autor intelectual de la trama urdida por la humanidad que ha conducido a la candidatura de la tercera edad de EU al abismo. Por cierto que, un poco más abajo está Iniciativa.
Ayer quien sí se mostraba extrañado era un ex alto cargo del PP en la Generalitat que me encontré por la calle a altas horas de noche. Tampoco tan altas, no crean. Lo cierto es que esta persona –de la que no puedo dar más datos, total, como él hay bastantes- venía del local donde el PP valenciano había celebrado su victoria. “¿Pero no se trataba de que Mariano gobernara?”, explicaba entre sorprendido y divertido este político, que recordaba que de derrotas dulces ya se han vivido y que, como ocurrió con Felipe, parece claro que Rajoy no debe presentarse de nuevo. Dos derrotas, por dulces que sean, son dos derrotas. Pero la euforia estaba desatada ayer entre los populares valencianos pese a la derrota general. Lo cierto es que ellos han aportado mucho más de lo que se les podría exigir y, encima han consolidado la barbaridad que supone más del 51% de los votos en la Comunidad. Mire a su alrededor. De cada 10 personas que vea, cinco votan al PP. Decía yo ayer también que Fabra debería dimitir, porque en Castellón es en la única circunscripción en la que no alcanzaron el 50% de los votos totales. Sólo llegaron al 49,9%.
Con estos resultados, qué quieren que les diga, yo soy el PP valenciano y me voy a pedirle a Mariano hasta un ministerio. Lástima que no los pueda dar, pero que se prepare el preclaro líder popular, que en el tiempo que le queda, los que han hecho la faena –Madrid, Comunidad Valenciana o Murcia- van a ir a Génova con la gorra en la mano. Y como no se la llene… le corren a gorrazos.
A quien deberían correr a gorrazos ya es a toda la fauna de Blanquerías. Los resultados del PSOE de ayer se pueden ver con cristales de colores. Uno, el rosa, dice que han subido mucho respecto a las autonómicas y que, al menos, se ha parado la sangría de votos. Otro, el real es que hay lo que hay. Ni con grandes nombres –tres ministros, en el caso de Jordi Sevilla, ex, se ha conseguido levantar ni un solo escaño. Pese a que en Alicante parecía sencillo. ¿Sencillo? ¿Cómo estará la cosa en esta comunidad para que el PP presente por esa provincia a Federico Trillo y arrase? ¿Alguien de Alicante me podría presentar a un votante del PP que haya votado por Trillo? ¿Es lo mismo presentar a Trillo que a una escoba? Pues en esas estamos. Que no solo se trata de caras, si no de mensajes. De calar en la sociedad. De volver a bajar a la calle. Y eso, mis queridos amiguitos y amiguitas, no se hace desde el despacho de Blanquerías. Ni desde el de Ferraz. Ayer me decía un amigo: “Hay que decir de una vez que ese partido está gobernado en valencia por unos vividores”. Es cierto. Llegan al despacho de la sede del PSOE, se sientan, se miran lo guapos que están y llega la hora de comer. En el Forcat se tiran hasta las seis de la tarde en una sobremesa no exenta de delirios alcohólicos. Vuelven al despacho y se sientan de nuevo en su silla, satisfechos de haber arreglado el mundo sin haber salido de la manzana. Ni Lerma, ni Calabuig, ni Alarte, ni Sevilla. Si el PSOE quiere darle la vuelta a un país de derechas, lo primero que tendrá que hacer es sentarse a ver qué ocurre en la sociedad, encontrar a la persona –que yo no sé quien es- que enderece ese barco sin los lastres que tiene y, sobre todo, arremangarse.